Cuando preguntas a alguien sobre gaviotas siempre te señalan a la misma, esa que rula por nuestros tejados con el ceño fruncido, la de la mirada carnívora y roja mancha en el pico amarillo…la conocemos por el color de sus patas, la gaviota patiamarilla.
Y no nos acordamos de la grácil, delicada y elegante gaviota reidora, habitual en nuestras costas y campos, que en la época invernal viste traje níveo con pico y patas rojos, excepto la puntita de este último de color negruzco.
En sus primeros meses se camufla con tonos tierra de pico a cola e irá cambiando de plumaje hasta alcanzar el definitivo en su segundo año.
Los adultos exhiben un capuchón color chocolate en primavera, en su época reproductora, tras la cual van perdiendo las plumas marrones…
…a lo largo del verano, recuperando su uniforme tono blanco gris hasta dejar sólo una manchita de este color a la altura de la auricular…
…que les acompañará durante todo el invierno.
Es en esta época del año cuando me resultan más atractivas, con su plumaje blanco y gris y sus patas y pico rabiosamente rojos.
Y resulta encantador verlas formando filas en cualquier barandilla, vigilando a los paseantes y sus bocadillos, siempre dispuestas a ayudar con la limpieza de las calles.
Nos han contado que es una especie con tendencia a la migración, pero parece que ya se han acostumbrado a pasar los inviernos en Bilbao y alrededores.
Está claro que en nuestra ciudad el tiempo mejora. Y si no, que se lo digan a esta gaviota polar que nos ha visitado este invierno.
Pero eso da para otro post.