En el humedal de Bolue, mientras los pajareros esperan la fugaz aparición del siempre presente pero esquivo martín pescador, se divisa un lejano punto en el cielo. El oscuro punto se acerca, se agranda…y se introduce en el agua mansa resurgiendo en forma de joven cormorán.
Bucea con un nítido chapoteo, alborotando a la nívea garza, las cuatro gallinetas y la media docena de ánades azulones que se alimentan por la zona. Tras un par de largos bajo el agua, emerge y vuela hasta el tronco más cercano, que resulta ser el que mejor nos pilla para fotografiarle…
Precioso espectáculo representación del ciclo corto de lavado (ni cinco minutos ha tardado).
Y ahora es cuando comienza el ballet, sólo falta la música de orquesta de fondo.
En ese momento el rumor del agua y las hojas de los árboles al compás del viento generan una perfecta sinfonía, que nos hace recordar la famosa danza…
Y nos quedamos con la sensación de haber recibido un digno regalo. La naturaleza y el arte en un mismo espacio. Gracias, joven cormorán.
Acercaos al humedal de Bolue. ¡Nunca se sabe cuándo puede ser la próxima representación!