El pequeño pantano de Zollo es conocido casi exclusivamente por los habitantes del lugar, ya que no tiene merenderos cerca ni aguas aptas para el baño. Es simplemente, un pequeño pantano en un bello enclave.
Las expectativas al acceder al lugar eran altas: siempre asociamos los sitios de agua con gran actividad pajaril…Y de eso nada. De nada. Los ríos traen mucha vida, sí, pero los pantanos…parece que no son del agrado de los plumíferos.
Fuimos en agosto de 2020, tras un confinamiento exhaustivo y condiciones de movilidad muy limitadas…Y nos dimos la gran sorpresa: en un lateral de la construcción piaban escandalosamente unos polluelos de avión roquero…
…reclamando a su madre para conseguir la ración de mosquitos correspondiente.
La escena se repetía como en una película antigua: la progenitora (aunque los dos adultos alimentan a los polluelos, en este caso sólo vimos a uno y decidimos que era hembra, ale, porque sí) traía todo tipo de insectos y los introducía en la boca…
…de cada volantón alternativamente…
…en un casi desesperado intento…
…de acallar tanto berrido, con escaso éxito.
Los aviones roqueros alimentan incesantemente a sus retoños, pero hay que reconocer que éstos ya estaban un poco creciditos…
…y aun así, no parecían estar dispuestos a conseguir comida por su cuenta.
Mandamos un cariñoso abrazo virtual a esta madrecita tan trabajadora.
La vida sigue: es posible que este año aquellos jovenzuelos dediquen el mismo esfuerzo a alimentar a su propia prole.
Tendremos que volver al pantano de Zollo el próximo agosto.