Mediados de agosto, calorcito estival, las vacas hacen sonar sus cencerros en las cercanías…
Ring ring….ring ring….ring ring….- Ya está otra vez este pesado, me dice que me aleje porque las perras le espantan los pájaros y no puede vivir cinco minutos sin mí.- Ring ring…Descuelgo: susurros:
-No te muevas. No te acerques. No respires. Hay una abubilla preciosa, blanquísima, es lo más bonito que he visto nunca, ahí cerquita, junto a los columpios…
–ABUBILLA??? – (El eco ha retumbado entre la ladera de Arraiz, Artigas con sus alborotadoras gaviotas y parte del monte Cobetas. Creo que lo han oído hasta en la cervecera, donde un par de pollos han salido huyendo.)
-Sssssssssst! abubilla, sí, le estoy haciendo un publireportaje, cuando acabe te aviso.
-¿Donde?: Joé, me voy acercando dando un rodeo, que no la veo….es eso chiquitín que está entre la hierba? Algo amarillo, como gordito…
-Nop, la que yo veo está toda chula subida a las estacas que rodean el arbolillo nuevo…
(-Guau!!! Reguauuuu!!! Ssssssstttt , a callar vosotras dos, así, formales y en silencio…)
–Cómo disimulan mis niñas, así me gusta. Por donde íbamos…ah! Abubillas!!! Esa pequeñaja de ahí, entre la hierba?–
-En la hierba?… No, a ver, tras los columpios, subida en la valla, está muy tranquila, llevo un rato grabando y ni se inmuta…-
-Luce una cresta en tonos crema, blanco y negro…
…Tiene el pico largo y ganchudo, la espalda como una cebra y el pecho…
…blanco como rayado con gris…
–Ya la veooooooo, pues eso, en la hierba…¿No?
-Ahhhhhhhh! Ahora veo la de la hierba. Sí, son dos!
-Ahhhhhhhh! Ahora veo la de la valla! Es verdad, son dos!
Y justamente entonces, las dos coquetuelas abubillas emprendieron el vuelo dejándonos con la boca abierta y la sonrisa en el alma.