Mediados de marzo. ¡Yuppi!, permiso para salir del municipio. Salimos de excursión armados con mascarillas, geles hidroalcohólicos, bocadillos, agua, ropa de agua, ropa de abrigo, paragüas…Que el parte del tiempo anuncia lluvias, marejadas y tormentas por la costa…
Y entre los nubarrones sale el sol.
Un rayito deslumbrante que dirige nuestras miradas a lo alto de un pino, situado entre dos arbolillos raquíticos, entre dos casas, pegadito a la carretera donde todos los coches con intenciones playeras forman una nutrida caravana.
Parecen jovenzuelas, inexpertas, han elegido un lugar demasiado cercano y endeble. O no, ¿Yo qué sé de construir nidos? Pues eso.
Se engalanan, trabajan un poquito, se acicalan otra vez, ponen un par de ramitas…y se quedan estáticas disfrutando de estos primeros calores de marzo.
La caravana de coches se detiene. Las familias abandonan los vehículos para estirar las piernas y los niños miran a lo alto…
Durante unos minutos, la parejita de cigüeñas es la protagonista absoluta. Aprovechan para ponerse guapas y soltar su característico crotoreo ante el entusiasmado público…
Y la marcha hacia la playa se reanuda, volviendo cada cual a su quehacer. Los humanos a disfrutar de su día festivo y ellas a tejer su nidito de amor.
En ese momento el sol decide esconderse de nuevo tras los nubarrones, acabando con la sesión fotográfica. Nos esperan los bocadillos y un ratito de disfrutar de la tranquilidad…antes de que vuelvan las lluvias.
Ha sido un placer. Volveremos para conocer a los cigoñinos…