En el humedal de Bolue, mientras los pajareros esperan la fugaz aparición del siempre presente pero esquivo martín pescador, se divisa un lejano punto en el cielo. El oscuro punto se acerca, se agranda…y se introduce en el agua mansa resurgiendo en forma de joven cormorán.
Bucea con un nítido chapoteo, alborotando a la nívea garza, las cuatro gallinetas y la media docena de ánades azulones que se alimentan por la zona. Tras un par de largos bajo el agua, emerge y vuela hasta el tronco más cercano, que resulta ser el que mejor nos pilla para fotografiarle…
Precioso espectáculo representación del ciclo corto de lavado (ni cinco minutos ha tardado).
Y ahora es cuando comienza el ballet, sólo falta la música de orquesta de fondo.
En ese momento el rumor del agua y las hojas de los árboles al compás del viento generan una perfecta sinfonía, que nos hace recordar la famosa danza…
Y nos quedamos con la sensación de haber recibido un digno regalo. La naturaleza y el arte en un mismo espacio. Gracias, joven cormorán.
Acercaos al humedal de Bolue. ¡Nunca se sabe cuándo puede ser la próxima representación!
Seguimos con la racha de tormentas que atraen a cientos de aves hacia nuestras costas. Y aprovechando la abundancia, vamos a centrarnos en las llamadas gaviotas pequeñas. Osea, las que no son grandes.
En esta ocasión nos han venido a visitar unas cuantas gaviotas cabecinegras, convenientemente mezcladas con sus primas reidoras, y entre ellas se han sentido bienvenidas unas cuantas gaviotas enanas. Y alguna otra que no consigo identificar bien…
Tengo que confesar que es la primera vez que veo una gaviota cabecinegra. En los años que llevamos pajareando nunca, nunca, nuncaaaaa, jamás había tenido la ocasión de vislumbrarla. Que seguro que estaba escondida en medio de millares de reidoras, pero …
…yo no las veía. Pues hoy sí, hoy me he quedado contenta de ver cabecinegras. A montones. Juveniles, maduritas, con medio capuchón, con jaspeado…
Y me han parecido guapísimas. Espalda gris perla, ojos con buen sombreado, pico ancho, rojo vivo con su anillo negro…
…a juego con sus patas, también rojas. De un rojo animado, no como el color de las reidoras que en invierno se torna en granate apagado, con el pico claramente más fino. Y éstas también tienen la marca del auricular que lucen como si fueran espías venidos del frío.
Entre ellas es fácil diferenciarlas por sus alas, ya que las cabecinegras carecen de las puntas negras de las reidoras, dándoles una apariencia mucho más nívea…
…pero no en todas las épocas, porque de vez en cuando te encuentras con ejemplares nacidos este año, en plena transición de colores,
o de primer invierno, con plumas negras en la cola y pico aún oscuro, que nos pueden hacer pensar en otras gaviotas…
…o de segundo invierno, cuando las marcas negras se van desvaneciendo y el pico se torna rojizo…
…hasta llegar a su edad adulta en la que resultan taaaaan blanquitas que enamoran.
Lo dicho. Plumaje gris blanquecino, pico rojo con marca negra, cabecita jaspeada hasta que se ponga negra en verano. ¡Y patas rojas!
Y aquí la podemos comparar con la gaviota enana. Que es chiquitina pero matona.
La gaviota pitufa como la conocen por el barrio, es menuda, coqueta, de pico fino y marca estrellada gris en lo alto de la cabeza. Y de patas rojas.
Este ejemplar nos parece un joven de primer invierno con su patrón de color en las alas.
Con el pico negro en cualquier época de su vida…
…espalda gris…
…y aspecto rechonchito. Este es un ejemplar juvenil que con el tiempo se transformará en…
…otra pequeña gaviota blanca.
Y aprovechando que nos hemos juntado un grupito de pajareros y fotógrafos recogiendo los restos plásticos de la tormenta, esta buena amiga nos ha ayudado a limpiar un poquito la playa.
Lo mejor del día han sido un par de falaropos. Toda la semana oyendo hablar de ellos y no conseguíamos verlos…hasta hoy.
Son unas avecillas de tamaño menudo, manto gris y mancha facial tapando el ojo.
Faralopos picogruesos, también con su plumaje de invierno. Entre las gaviotas parecían un par de pajarillos extraviados.
Tras mucho esperar se han acercado lo suficiente para poder sacarles guapos.
Y por fin, esta es una -ejem, ejem, creo que lo es…- gaviota tridáctila. Jovencita, eso sí. Parece que en la bandada había alguna adulta pero no pudimos localizarla.
En principio la he confundido con la gaviota enana, hasta fijarme bien en el dibujo de las alas. Y en la falta de estrella gris en la cabeza…
…pero me despistaba el collar jaspeado…
…y las patas negras…
…o no????
Mira, yo aquí lo dejo. Si alguien sabe de gaviotas, que me eche una manita pofavó…
En la playa de la Bola. Tras la marejada, la tormenta, los vientos, la lluvia…sale el sol. Y aquí afloran los restos del temporal, maderas, restos vegetales…y algún pajarillo despistado intentando mantener el equilibrio…
…como esta lavandera cascadeña que no parecía estar muy segura sobre su tabla de naúfraga…
…y tampoco se animaba a salir volando.
Un buen rato estuvo sobre la tablilla. Parecía estar disfrutando con la situación, así que la dejamos con sus equilibrios…
…y nos acercamos a este vuelvepiedras que también parecía traido por el oleaje.
Sabemos que se alimenta de minúsculos crustáceos, moluscos, pulgas de agua e insectos costeros, y parece que tras una buena tempestad la comida le salta sola a la boca…
Nuestro cormorán preferido. Siempre viene a saludar…o ¿no es el mismo?
Zampando pececillo tras pececillo, como se puede deducir por su abultado gaznate…
Y el favorito de mi fotógrafo preferido: el martín pescador. Esquivo rayo azul que vemos siempre con el rabillo del ojo hasta que nos da una sorpresa y se detiene un rato…
…permaneciendo quieto el tiempo suficiente para sacarle cuatro foticos. En ésta se le ve atento a lo que se mueva en las cercanías…
…bostezando de aburrimiento…
…y vigilando que no haya moros, digoooo, gatos en la costa…
…hasta despedirnos con este posado que nos dejó encantados de haberle conocido.
Marismas de Muskiz, un lugar que nos proporciona muchos placeres. Donde podemos encontrar a nuestro querido martín pescador…
…garcetas de colores…
…algún flamenco descarriado…
…y un azor. ¿Un azor???
Que sí, que también nos ha dado algún aguilucho lagunero…
…y algún busardo, pero…un azor?
Todo es cuestión de suerte. Y de estar en el lugar apropiado en el momento correcto, como pasó con el flamenco, que nos pilló por allí y dos días después había desaparecido, dejando la playa llena de fotógrafos decepcionados…
La suerte esta vez se nos apareció en forma de joven cetrero entrenando a su azor.
Hermosísimo ejemplar de Accipiter gentilis, un juvenil de pecho jaspeado en tonos claros, ojos amarillos y fuerte pico.
Este ejemplar- el azor finlandés-, se cría en cautividad siendo un tipo de ave muy valorada en el mundo de la cetrería. Son especialistas en caza de otras aves menores, aunque no desperdician roedores si los encuentran a su alcance.
Se diferencian de los azores autóctonos por su dibujo más claro en el pecho y su mayor tamaño.
Pocas veces tenemos la oportunidad de analizar de cerca las características de sus ojos, con su membrana ocular, que demuestra la relación entre la aves y los reptiles…
…O de recorrer su estilizado perfil, plumas repeinadas y pico deliciosamente curvado…
Ha sido un auténtico placer ver de cerca un ave tan magnífica. Es lo que tienen las marismas de Múskiz, que siempre te sorprenden!
Esperamos poder ver de nuevo a esta maravillosa rapaz ya conseguida su libertad…será posible?
Al barrio obrero en el que resido, lleno de currantes venidos de tierras gallegas hace más de medio siglo, llegan muchos nietos a visitar a sus abuelos en estas fechas navideñas. Recordando su tierra, suben con ellos al monte a recoger castañas y piñas para aquella cocina de leña que ya no tienen, y los críos se ríen de los mayores cuando les llaman rapaz, rapaziño, rapaziña…
-¡Como los pajarracos, abuela, no me digas eso!- Es Andrea la que protesta, mientras su abuela Hermi, de las Herminia de toda la vida, ya que su madre y su abuela se llamaban igual, rezonga con su acento eusko-galego.
-Pues igual de ahí les viene el nombre, porque son aves listas y de buen ojo, como tú, que siempre sabes cuando hay croquetas para venir a visitarme, rapaza! Y bien bonitas que son las rapaces, que vuelan como las cometas…-
-Anda ya! No hay ningún bicho que vuele como una cometa, te lo estás inventando!-
-Mira arriba. ¿Lo ves? Aquí en lo alto de este monte tan bonito que se llama Arraiz, se ven muchas cometas con plumas. Ese que se queda allí quietito, buscando su presa…-
-¿Está colgado con un hilo, como las bolas del árbol de navidad? Con el viento que hace y no se mueve…-
-Es un cernícalo. Así distingue bien su presa. Primero la localiza y después…¡Zas! Se tira a por ella.
-¿Y ese otro, que es como blanquito?-
-Un abejero. Le gustan mucho las abejas pero también nos ayuda con esa avispa tan grande y tan mala que viene de muy lejos…de Asia?, que son enemigas de las abejas. Y ya sabes que las abejas nos dan rica miel…
Pues es muy chulo…Y ese otro? Se parecen mucho pero no son iguales…-
-Es un Azor, las alas están rayadas por debajo, pero por encima es oscuro…y tiene los ojos rojos!
-Jo, abueli, yo no sé cómo los distingues, con lo lejos que están…Uy, que no, que ese está muy cerca y es muy grande, corre que nos cogeeeee!!!
-¡Ay rapaziña, no te asustes, que no come niñas!!! Es un buitre, aquí hay muchos y a veces puedes verlos de cerca, cuando se ponen entre las rocas junto al vertedero de Artigas. Tiene un primo que es todo blanco y negro y se llama alimoche.-
Y mira, ves el que vuela a su lado? ese es un busardo. Les gustan las mismas zonas, seguro que hay muchos ratoncitos por ahí…-
-¿Hay muchos más pájaros de esos? ¿Y hay comida para todos?-
-Hay muchas aves rapaces, sí, a veces veo al halcón peregrino que viene de visita a la zona de canteras, y a la aguililla calzada, y algún gavilán, y el elanio azul, aunque a ése sólo lo he visto una vez, y qué bonito era…y yo creo que sí, que hay comida para todos porque si no…no estarían por aquí, ¿No?-
-¿Ya no hay más? ¿Y el que vuela como una cometa? Porque yo no lo he visto, eh!
-A ver, tú que sabes inglés, ¿cómo se dice cometa?-
-Kite.
-Pues ahí los tienes, el milano negro, que en inglés se llama black kite y el milano real, que en inglés se llama…-
-Royal kite!-
-¡JaJa! Pues no, rapaza, es más fácil, ves el color que tiene…pues se llama red kite.-
-Uala….y tú como sabes esas cosas? ¿También sabes inglés?-
La abuela Hermi suelta una risa de las de dentro, de la que crece como una burbuja desde la tripa hasta la garganta y borbotea de alegría.
-No, mi niña, yo tengo Google!
Dedicado a todas las abuelas y amamas que cuidan de sus nietos en estas navidades. ¡Por muchos años!
Estábamos disfrutando la mañana de Reyes entre bocados de roscón cuando un rayo de sol nos animó a salir haciendo frente al frío en el allá lejano enero del pandémico año 2020, hace toda una vida.
Una escapada en coche hasta el alto de Arraiz gozando de las vistas y a la bajada, por la carretera, en unos matorrales junto al camino…
…nos observaba curioso este pajarillo con boina negra, picoteando las bayas de la hiedra. A su lado, entretenidísima con la misma labor, su compañera con gorrito color canela en rama. Procedimos a sacar un porrón de fotos ya que era la primera vez que veíamos a dos pajaruelos con boina…
…a los que posteriormente identificamos como Sylvia atricapilla, osea, curruca capirotada de las del capirote de toda la vida…
…que siendo una de las aves con más presencia en nuestros bosques, jardines y arbolados, seguramente confundiremos con un sencillo gorrión si no nos fijamos en su copete.
La segunda Sylvia, melanocephala, nuestra curruca cabecinegra, de ojos rojos como adolescente tras noche de fiesta, nos esperaba escondida entre la hierba…un macho de negra capucha, garganta blanca y manto gris…
…y la hembra de esta especie aprovechó la ocasión que se le ofreció al acercarse el nubarrón cuando nos guarecíamos de la lluvia dentro del coche. Es decir, se nos puso al alcance de la cámara a través del cristal del vehículo, con lo que sale ligeramente…vidriada?
Tras escampar levemente encontramos a esta cucada de curruca mosquitera que me tuvo en duda unos cuantos días…que si mosquitero, que si zarcero, que si pajaruelo color marrón de los del montón…es difícil dentificarla cuando se sabe tan poquito sobre aves. Es nuestra Sylvia borin.
Y la última que tenemos localizada en el monte, la curruca rabilarga. De lejos, muuuuuy de lejos, no paraba de revolotear entre el brezo y en cuanto nos despistamos…voló. Su nombre en clave es Sylvia undata, para los entendidos…
Nos quedan muchas currucas por ver. Sabemos que están porque sus cantos resuenan con fuerza en el eco de la montaña, así que todo es cuestión de paciencia y tiempo…buen tiempo. Nos vemos en primavera!
Mediados de marzo. ¡Yuppi!, permiso para salir del municipio. Salimos de excursión armados con mascarillas, geles hidroalcohólicos, bocadillos, agua, ropa de agua, ropa de abrigo, paragüas…Que el parte del tiempo anuncia lluvias, marejadas y tormentas por la costa…
Y entre los nubarrones sale el sol.
Un rayito deslumbrante que dirige nuestras miradas a lo alto de un pino, situado entre dos arbolillos raquíticos, entre dos casas, pegadito a la carretera donde todos los coches con intenciones playeras forman una nutrida caravana.
Parecen jovenzuelas, inexpertas, han elegido un lugar demasiado cercano y endeble. O no, ¿Yo qué sé de construir nidos? Pues eso.
Se engalanan, trabajan un poquito, se acicalan otra vez, ponen un par de ramitas…y se quedan estáticas disfrutando de estos primeros calores de marzo.
La caravana de coches se detiene. Las familias abandonan los vehículos para estirar las piernas y los niños miran a lo alto…
Durante unos minutos, la parejita de cigüeñas es la protagonista absoluta. Aprovechan para ponerse guapas y soltar su característico crotoreo ante el entusiasmado público…
Y la marcha hacia la playa se reanuda, volviendo cada cual a su quehacer. Los humanos a disfrutar de su día festivo y ellas a tejer su nidito de amor.
En ese momento el sol decide esconderse de nuevo tras los nubarrones, acabando con la sesión fotográfica. Nos esperan los bocadillos y un ratito de disfrutar de la tranquilidad…antes de que vuelvan las lluvias.
Ha sido un placer. Volveremos para conocer a los cigoñinos…
O también conocida como gaviota polar, que para eso se viene desde un lugar tan frío, para presumir, tan guapa y tan blanquita. Este es un ejemplar de primer invierno (eso creo, es la primera vez que veo una…)
La vimos a principios de Febrero y los entendidos del lugar nos dijeron que llevaba unos días por allí. En nada, estabamos ya todos los pajareros al acecho.
Es una gaviota propia del Ártico y , por lo que me cuentan, este ejemplar pudiera provenir de Groenlandia. Solo una minoría de estas aves, en general inmaduras, migran para pasar el invierno en Islandia, Noruega o Escocia. Y a veces se deciden a visitar el Guggenheim y a sus primas de Bilbao.
Tiene un tamaño similar al de las gaviotas autóctonas, como se puede comprobar…
…pero más deslavada. Tiene una característica propia de las llamadas Gaviotas blancas: junto con el Gavión hiperbóreo, es la única de las gaviotas grandes que muestra en los adultos primarias blanquecinas.
En cuanto suban las temperaturas se volverá a su lugar de procedencia, situado en la zona ártica. Existen dos tipos de gaviota polar, la groenlandesa, como ésta, que aparece esporádicamente en nuestras costas…
…y la canadiense, que llega a visitar las islas británicas pero no suele bajar más al sur.
Preciosa visita de esta belleza blanca. Quizás el próximo año se anime a venir otra vez, ya con su plumaje de adulta.
Cuando preguntas a alguien sobre gaviotas siempre te señalan a la misma, esa que rula por nuestros tejados con el ceño fruncido, la de la mirada carnívora y roja mancha en el pico amarillo…la conocemos por el color de sus patas, la gaviota patiamarilla.
Y no nos acordamos de la grácil, delicada y elegante gaviota reidora, habitual en nuestras costas y campos, que en la época invernal viste traje níveo con pico y patas rojos, excepto la puntita de este último de color negruzco.
En sus primeros meses se camufla con tonos tierra de pico a cola e irá cambiando de plumaje hasta alcanzar el definitivo en su segundo año.
Los adultos exhiben un capuchón color chocolate en primavera, en su época reproductora, tras la cual van perdiendo las plumas marrones…
…a lo largo del verano, recuperando su uniforme tono blanco gris hasta dejar sólo una manchita de este color a la altura de la auricular…
…que les acompañará durante todo el invierno.
Es en esta época del año cuando me resultan más atractivas, con su plumaje blanco y gris y sus patas y pico rabiosamente rojos.
Y resulta encantador verlas formando filas en cualquier barandilla, vigilando a los paseantes y sus bocadillos, siempre dispuestas a ayudar con la limpieza de las calles.
Nos han contado que es una especie con tendencia a la migración, pero parece que ya se han acostumbrado a pasar los inviernos en Bilbao y alrededores.
Está claro que en nuestra ciudad el tiempo mejora. Y si no, que se lo digan a esta gaviota polar que nos ha visitado este invierno.
Ya hace un año de estas imágenes, tomadas en un día gris, con las nubes grises y el campo…gris? Pues también. Se nos apareció con ínfulas de capitán pirata, escogiendo para ello el tronco partido preferido de los colirrojos, desafiando a quien quisiera quitarle el puesto, rememorando a Espronceda…
Clamando al cielo lloviznoso por un rayo de sol que le llevara a buen puerto, desafiando con sus trinos a cualquier corsario circundante de aviesas intenciones.
Exhortando al dios del viento por una buena ráfaga que le despejara el día, donde volar pudiera sin temor a desplumarse.
Contando y recontando los bichillos que pudiera merendar, ya que la travesía es larga y hay racionamiento…
…pirata de vocación y apariencia, con mancha clara en la nuca que le distingue de los otros carboneros, el común, el palustre y el montano, quedando claro quién es el que lleva el pañuelo corsario.
Y botas de caña alta color azul grisáceo o gris azulado, en función de la luz que traiga la tormenta.
La cabeza es de color negro intenso con una llamativa franja blanca que nace en la base del pico y se extiende por las mejillas hasta casi la nuca, recordando al pirata Barbablanca.
Viste en pecho y vientre color blancuzco u ocre en función de la edad y época del año, cual librea desgastada por la marejada y los vendavales.
Y llega el rayo de sol realzando la coloración pardo grisácea del dorso y las las barras alares claras, cual galones de corsario ganados en mil batallas.
Quedando el mar en calma tras la tormenta. Aquí reposa el capitán pirata cantando, de nuevo, alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente, Estambul. Hasta la próxima tormenta!