En un viaje relámpago en mayo a Candeleda, en Ávila, nos acercamos a la laguna del Rincón, donde cigüeñas y garzas forman verdaderas comunidades sobre las copas de los árboles.
Y esta es la historia de un pequeño milano valiente dispuesto a soportar rayos, truenos y aguaceros diversos, y de los incautos fotógrafos que se enfrentaron a una tormenta inusitada.

Nuestro amigo llegó mientras el avezado fotógrafo y su fiel ayudante preparaban los enseres para una sesión fotográfica de las numerosas cigüeñas anidadas en el lugar. Vio la cámara, el trípode, el teleobjetivo preciso…

…y se preparó para la sesión de fotos.

Acicaló con esmero su plumaje…

…volvió la mirada hacia el frente, donde reposaban un par de garzas y tres cigüeñas…

y ante el acercamiento de la tormenta, mientras el paisaje se oscurecía revisó la retaguardia por si volvía el cernícalo que acababa de sobrevolar la zona…

…se removió en la rama apoyándose con mayor seguridad…

…y decidió desafiar al señor de la cámara son su mejor mirada a lo Clint Eastwood.

En ese momento, pareció constatar que los dos humanos y el perro que lo observaban encandilados no pertenecían a ninguna especie conocida de la zona…

Y no nos dio tiempo de escondernos: aquí su última mirada de advertencia…

…y la veloz huida…

…hasta el lejano tronco seco donde permaneció, estoico, mientras la tormenta descargaba, arreciaba, inundaba la zona , nos apresaba en el interior del observatorio asustados ante tanta virulencia, se relajaba, remitía, volvía a salir el sol…y dejaba unos destrozos fotográficos cuantificables: una intensísima ráfaga tiró la cámara al suelo desmontándola con el golpe. Pero eso sí, antes de la catástrofe, conseguimos sacar unas fotos chulas de nuestro milano…¿A que si?











