En la playa de la Bola en Algorta, además de diversas aves refugiándose de las tormenta, es fácil encontrar una buena bandada de gaviotas reidoras. allí recalan con ánimos jocosos, pendencieros y alborotadores, como esta parejita que nos ofreció todo un espectáculo acrobáticocircense.
Unos días después podimos volver a la playa de la Bola, en Algorta, a comprobar el estado del correlimos cojito.
O se había marchado o se había curado, porque en vez de uno solito vimos…dos.
Correteando por toda la playita entre los restos de la última marejada. –Por cierto, es desesperante ver la inmensa cantidad de plásticos entre los restos, no es de extrañar que nos alimentemos de microplásticos. Esperemos que esto cambie en un futuro próximo, muy próximo…-
Siempre es difícil describir más o menos el tamaño de un pajarillo, así que aprovechamos la oportunidad que nos brindó esta gaviota reidora, para estimar que nuestro correlimos se asemeja a una pequeña bolita de nieve…
…aunque junto a la lavandera blanca pareció crecer.
Por allí llevaba unos cuantos días otra visitante inusual, una serreta mediana.
Se le veía cómoda con la cantidad de fotógrafos que había sacándole guapa…
…y nos ofreció su mejor perfil. –En los escasos ratos en que emergía de su pesca submarina, claro.–
Pero la que se llevó los mejores aplausos fue esta garceta blanca con su habilidad para la pesca.
Lo mismo atrapaba a un sargo real, de los que se esconden entre la arena del litoral rocoso…
…como a…-bueno, no tengo ni idea de cómo se llama este pececillo-…
Y esto creo que es una angula crecidita en proceso de convertirse en anguila. ¡Ups, se acabó el proceso…!
Mientras observábamos a la garceta, se nos coló esta lavandera cascadeña con ganas de protagonismo. Aquí mirando fijamente a la cámara…
…y aquí empujada por el viento, enseñándonos sus enaguas-color-rayo-de-sol.
A la hora de marchar nos llamó la atención un cernícalo que pareció caer contra los arbustos. Al parecer, una fortísima ráfaga de viento lo había empujado a realizar un aterrizaje forzoso. Por fortuna se recuperó rápidamente.
Pareció apoyarse en la rama de un árbol y mi primera impresión fue que se había roto un trocito de la misma…pero no.
Realizó una captura, se apoyó en una farola para engullirla, y prosiguió vuelo.
La pena es que nos quedamos sin ver a unos falaropos que andaban por allí. O quizás ya habían continuado viaje…Otra vez será.
Ya hace un año de estas imágenes, tomadas en un día gris, con las nubes grises y el campo…gris? Pues también. Se nos apareció con ínfulas de capitán pirata, escogiendo para ello el tronco partido preferido de los colirrojos, desafiando a quien quisiera quitarle el puesto, rememorando a Espronceda…
Clamando al cielo lloviznoso por un rayo de sol que le llevara a buen puerto, desafiando con sus trinos a cualquier corsario circundante de aviesas intenciones.
Exhortando al dios del viento por una buena ráfaga que le despejara el día, donde volar pudiera sin temor a desplumarse.
Contando y recontando los bichillos que pudiera merendar, ya que la travesía es larga y hay racionamiento…
…pirata de vocación y apariencia, con mancha clara en la nuca que le distingue de los otros carboneros, el común, el palustre y el montano, quedando claro quién es el que lleva el pañuelo corsario.
Y botas de caña alta color azul grisáceo o gris azulado, en función de la luz que traiga la tormenta.
La cabeza es de color negro intenso con una llamativa franja blanca que nace en la base del pico y se extiende por las mejillas hasta casi la nuca, recordando al pirata Barbablanca.
Viste en pecho y vientre color blancuzco u ocre en función de la edad y época del año, cual librea desgastada por la marejada y los vendavales.
Y llega el rayo de sol realzando la coloración pardo grisácea del dorso y las las barras alares claras, cual galones de corsario ganados en mil batallas.
Quedando el mar en calma tras la tormenta. Aquí reposa el capitán pirata cantando, de nuevo, alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente, Estambul. Hasta la próxima tormenta!