Cigüeñas en Urdaibai

Mediados de marzo. ¡Yuppi!, permiso para salir del municipio. Salimos de excursión armados con mascarillas, geles hidroalcohólicos, bocadillos, agua, ropa de agua, ropa de abrigo, paragüas…Que el parte del tiempo anuncia lluvias, marejadas y tormentas por la costa…

Ya te digo yo, my dear, que con este solecito se nos llena esto de turistas…

Y entre los nubarrones sale el sol.

Un rayito deslumbrante que dirige nuestras miradas a lo alto de un pino, situado entre dos arbolillos raquíticos, entre dos casas, pegadito a la carretera donde todos los coches con intenciones playeras forman una nutrida caravana.

Tú ni caso, my darling, que no nos han visto todavía. mira, coloca esta ramita por aquí que nos está quedando un nidito de amor beautiful total.

Parecen jovenzuelas, inexpertas, han elegido un lugar demasiado cercano y endeble. O no, ¿Yo qué sé de construir nidos? Pues eso.

Creo que este va a ser el cuarto de los niños, ¿Qué te parece si les ponemos un colchón mullidito, baby?

Se engalanan, trabajan un poquito, se acicalan otra vez, ponen un par de ramitas…y se quedan estáticas disfrutando de estos primeros calores de marzo.

Darling, te parece que nos tomemos un descanso? Parece que el atasco de humanos se estabiliza…están sacando mesas y sillas, van a formar un merendero aquí…

La caravana de coches se detiene. Las familias abandonan los vehículos para estirar las piernas y los niños miran a lo alto…

Disimula, my love, no les mires, agacha la cabeza, no hagas contacto visual…

Durante unos minutos, la parejita de cigüeñas es la protagonista absoluta. Aprovechan para ponerse guapas y soltar su característico crotoreo ante el entusiasmado público…

Voy a soltar mi gritito hipohuracanado a ver si así los espanto…

Y la marcha hacia la playa se reanuda, volviendo cada cual a su quehacer. Los humanos a disfrutar de su día festivo y ellas a tejer su nidito de amor.

¿Te das cuenta, my darling, de lo raros que son los humanos? Viven metidos en jaulas con ruedas…
Es verdad, my dear, parece que no saben vivir sin humo…y por cierto, el año que viene elijo yo el lugar para poner el nido. A quién se le ocurre elegir un pino junto a la carretera…

En ese momento el sol decide esconderse de nuevo tras los nubarrones, acabando con la sesión fotográfica. Nos esperan los bocadillos y un ratito de disfrutar de la tranquilidad…antes de que vuelvan las lluvias.

Ha sido un placer. Volveremos para conocer a los cigoñinos…

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