Sorpresitas que te da la vida…la vida y nuestros paseos habituales por la zona de Abusu, a saber, por el puente junto a la ikastola.
En esta zona reside desde hace un tiempo un pavo real blanco. Sí, has leído bien, un-pavo-real-blanco. Helo aquí, pa’ que veas que no te engaño…
Según nos contó una vecina del barrio, llevaba rondando por allí un mes, seguramente escapado de algún corral no muy lejano…Llegó un día, le gustó el buen ambiente y se quedó.
No está identificado, ni anillas ni chapas de ningún tipo. Vamos, un total desconocido. No debe tener dueño…y si éste quiere reclamarlo, no puede demostrar que sea suyo.
Por las plumillas de la cabeza y su color sucio-de-chocolate, sabemos que es un ejemplar juvenil.
Y dada su forma de caminar, más agachada, -se supone que los machos caminan más erguidos, a lo gallito-puede que sea una hembra. ¡Aunque nadie ha bajado hasta la ría a preguntarle!
Parece llevarse bien con las gaviotas, los patos, el ganso del Nilo, los cormoranes, los andarríos…incluso con los gatos.
Esperemos que las lluvias y la subida del nivel del agua no acaben arrinconándole…
…y se vea obligado a subir hasta la carretera…o a buscarse otro lugar donde residir…
O quizás aprenda a nadar y se convierta en otra de las aves acuáticas propias de la zona!
Estaremos pendientes de él…o de ella. ¡Hasta la próxima!
El primer contacto con el cistícola buitrón es un característico sonido que cruza el aire. Y nada más. No se ve pájaro volando, Txip! No se ve avecilla posada, Txip! No consigues localizar de dónde proviene ese sonido…
Sientes que algo te observa, te analiza, te espía, Txip!
Miras en todas direcciones: nada por el cielo, nada por la hierba, nada por el horizonte. Mientras, el fondo musical continúa Txip-Txip-Txip…
Y cuando estás a punto de rendirte, por el rabillo del ojo ves una diminuta figura que toma forma sobre una brizna de hierba. ¿Tan pequeña? ¿En serio?
Allí está, sobre el manto verde, o la espiga color de sol, o la resalada margarita. Un pajaruelo de tonos terrosos con blancas puntas en la corta y redondeada cola…
…espalda pardo-rojiza con listas oscuras por todo el cuerpo, vientre blanquecino, y piquito ligeramente curvado.
Pues bien: ahí donde lo veis, de unos 10 cm de tamaño y un peso de 8 a 12 gramos, si tenemos en cuenta sus nombres vernáculos -es decir, los propios de cada región-, se convierte en el pajarillo más grande y fuerte del lugar.
Atención: cierrapuños, tumbabarcos (Huelva y Sevilla), tumbacarretas (Doñana), esclafamuntanyes (revientamontañas , por Valencia), esto para empezar alabando su fuerza desmedida.
Por Huelva exageran un poco su tamaño, llamándolo bueyesito…
Haciendo referencia a su peso y exagerándolo «sólo un poquito» : cienlibras, en la zona de Doñana.
En otros lugares como en Badajoz y Teruel se tiene en cuenta su pequeño tamaño, disminuyéndolo aún más: pájaro mosca y moscareta.
También se le conoce como peti-rei o reiet que significaría pequeño rey, en el delta de l’Ebre…
…y por múltiples nombres de procedencia onomatopéyica como titet, sit, tintin, trit. En Montalbán, pajarito del quejío, de tanto que se queja el pollo!
Por Huelva/ Sevilla, utilizan el simpático apelativo de zosquitito.
Y en nuestra zona, el pajarillo de los juncos, ihi-txori.
Como veis, es una humilde avecilla de gran fuerza y habilidad en el imaginario popular, capaz de romper montañas y hundir navíos. Pero para mí, siempre será el resalado cantarín que pega saltos en el aire al ritmo incansable de su ¡Txip-Txiiip!!!
Esta curiosa limícola nos llama la atención: su trabajo habitual consiste en, ni más ni menos, levantar piedras. Sí, ahí donde la ves, la levantadora de peso más hábil del mundo mundial es una pequeña avecilla habitualmente costera, aunque últimamente, ya sea por las calores habituales o por afán de turismo, está siendo vista por el interior en lugares como Salburua.
Esta chiquitaja que gusta de revolver en limos y fangos se distingue por sus patas naranjas, plumaje de varios colores y un pico corto con el que hace palanca para dejar al descubierto la comida.
Existe una diferencia clara en época de cría: los machos se disfrazan con una hermosa careta blanquinegra, dorso anaranjado y negras líneas de curioso dibujo…
…mientras que las hembras también cambian sus colores pero de manera menos llamativa, con rayas negras en la cara y en general tonos más apagados.
Los ejemplares que no están en edad de buscar pareja no tienen color naranja pero sí ciertas líneas negruzcas en la cara, pareciéndose más a los juveniles…
…pero con el color terroso más oscuro.
Uno de sus lugares preferidos para la búsqueda de alimento es la costa tras una buena tormenta. Allí disfrutan rebuscando entre palitos, restos de maderas, piedrillas y algas variadas.
Como son aves viajeras podemos verlas en grandes grupos durante los pasos migratorios, en mayo cuando viajan a los países más fríos de Europa para su reproducción y en septiembre cuando vuelven con los polluelos.
Pero hay unos cuantos que deciden tener a sus vástagos aquí, será debido al clima o a que se sienten bien acogidos…
Y así es como hemos podido observar a las nuevas generaciones de vuelvepiedras…
…en zonas costeras, como Algorta, embarcaderos como en Portugalete y sobre todo, en las rocas de la playa de la Bola, donde se reúnen con chorlitejos y garzas.
Podría decirse que en Noja tenemos nuestra segunda residencia: por un módico precio y cierta habilidad montando la tienda de campaña podemos disfrutar de la hospitalidad del camping Los Molinos, junto con nuestra pizpireta perrilla, Itzal.
Llegamos a mediodía y ya nos estaba esperando este mozuelo extremadamente rubio para los tonos habituales de los ratoneros. Nos tuvo en duda: que si busardo, que si milano «deslavao», que no, cómo va a ser un milano, que si mírale el dibujo de las alas…Pos eso, como no le vimos en vuelo, busardo, ale.
Si algún experto en la sala me jura que es milano, sería el más clarito jamás visto. Así que yo sigo con lo mío. Bu-sar-do!
Tras un baño rápido en la playa de Trengandín, nos tomamos un descansito junto al mirador de la marisma de Victoria. Allí vimos hace un par de años este magnífico lagarto verdiazul que nos dejó extasiados. Y ya que estábamos, nos comimos un bocata, que la playa da hambre.
Acabado el tentempié, nos acercamos a el Molino de las Aves, donde se pueden observar tooooodas las que se acercan a la marisma Victoria. Pululaban por el lugar unas cuantas cigüeñuelas, que este año se han prodigado por la zona.
Algo tendrá que ver la menor presencia de depredadores. (No sé, a mí me lo han contado…) Parece que cuando hay menos presencia de garzas, el resto de las aves están más tranquilas y …
…se dan mejores condiciones para su asentamiento y reproducción.
Por otro lado, nos sorprendió la escasez de fochas, acostumbrados a verlas en cantidad por esos lares…
…y al comentarlo, nos dijeron que este año los cisnes se han hecho los dueños de la marisma, imponiéndose a otras aves…
Y como tienen muuuucho carácter -por no decir mala uva-, las fochas han elegido parajes más tranquilos para anidar.
Oteando el horizonte reconocimos a la garza imperial, patrullando los arenales…
…hasta que detectó algo por el rabillo del ojo…
…y en el tiempo que nos llevó enfocar, ya tenía su presa bien pillada.
Entonces comenzó el espectáculo: que si este bicho es muy grande y no me cabe por el gaznate, que si me lo trago y lo vuelvo a echar…
Tres intentos le costó poder engullir lo que creemos que era una rata de agua. Y después se quedó absolutamente inmóvil mientras el bicho descendía por su garganta…
Dejamos en paz a la garza y volvimos nuestra atención hacia una preciosa espátula en pleno proceso de acicalamiento.
A pesar de los niños visitando el molino entusiasmados ante tanta variedad, y los padres disfrutando de la algarabía, ella seguía a lo suyo…
Absortos en la observación de la señorita de blanco y las pequeñas cigüeñuelas, surgió la vocecita de un chavalín:
¿Y eso qué es? ¿Un pingüino?
Y de repente estábamos todos sacando fotos al martinete.
Hay que reconocer que, a pesar de ser pariente de las garzas, tiene un aspecto más redondito y «pingüinil».
Con la llegada de más visitantes al Molino de las Aves y teniendo en cuenta el cansancio del día, nos separamos de los futuros pajareros para tomar la última foto de la visita: esta preciosa lagartija tomando el sol en las piedras exteriores.
A pesar de la fragilidad de su aspecto, su estilizado cuerpo junto con sus patas largas y fuertes les permiten sostenerse en las corrientes del río: los pies tienen tres dedos que apuntan hacia delante y otro hacia atrás, confiriéndoles estabilidad a pesar del movimiento del agua.
El largo cuello de las garzas tiene las vértebras cervicales modificadas para que se pueda torcer en forma de S, siendo más largo en las garzas diurnas que en las nocturnas. Este cuello se retrae en vuelo, formando así un característico perfil.
Su forma de pesca es un movimiento rápido de su pico largo y con forma de arpón, con el que consiguen todo tipo de presas: pececillos, crustáceos, incluso polluelos de otras aves, ya que son eminentemente carnívoras.
En nuestros humedales y ríos podemos encontrar y disfrutar a simple vista de unas cuantas garzas, comenzando por la siempre vigilante garza real…
y su pariente próxima, la garza imperial.
La garcilla bueyera, famosa en el mundo entero por alimentarse de las moscas que pululan entre las vacas…
La garceta grande, de similar tamaño a la real, blanca y de pico naranja.
Y su hermana pequeña, la garceta blanca. Impoluta, distinguida, estilizadísima, el-no-va-más de la elegancia. Hasta los andares son de alto copete. En las aguas de Santoña es la emperatriz.
Si es que me emociono. Cada vez que la veo me parece más reguapaaaa.
Por supuesto que hay más clases de «ardeidae» (hasta su denominación suena etérea), entre tanta garza y similar tenemos al martinete común. Este jovenzuelo se nos acercó en los humedales de Salburua, ese oasis situado en el centro de Vitoria.
Y para despedirnos, esta imagen que podría pasar por un cuadro de Sorolla, si al gran pintor le hubiera gustado representar aves…La luz del atardecer y el brillo del agua enmarcan a esta garza gris en su vuelo hacia los posaderos donde pasará la noche, en las marismas de Santoña.
Lo reconozco, con lo listos y listados que son, no distingo las variedades de escribanos. Los entendidos me explican las características de cada cual: las rayas en la cabeza, los colores vivos, el pico ganchudo, el tamaño, las zonas habituales…y sigo igual.
He conseguido, tras muchas cavilaciones y comparativas de todas las fotos que circulan por la red, identificar al más llamativo para mí: llamativo por su color amarillo fosforito y sus dos rayas negras en la cara. Estoy hablando del escribano cerillo.
La primera vez se nos presentó en las campas de Arraiz, escondido entre la hierba, correteando entre las bisbitas, jugando al camuflaje.
La segunda vez un poco más visible, llamando la atención del fotógrafo posado en la valla más cercana. Allí ya pudimos distinguir su espalda rojiza y los tonos intensos faciales. Las hembras con la cara más oscura…
Y ya se fue animando, hasta dejarnos estas demostraciones de cercanía
donde se aprecia claramente el patrón negro y amarillo tan distintivo que lucen los machos.
En una excursión a Mendixur, cerca de Vitoria, tuvimos la suerte de escuchar a cientos de escribanos soteños. Y digo escuchar porque se les veía revolotear entre la maleza pero no alcanzábamos a sacarles guapos.
Bajo la intensa luz de mediodía, entre las sombreadas hojas, nos miraba con un poco de guasa…
Seguro que había visto mejores fotógrafos por la zona…
Y el tercer escribano es mi gran incógnita. En un principio clasificado como escribano triguero, las marcas faciales, el plumaje y sobre todo, el tono rosado del pico inferior, me dejan en la más absoluta desorientación.
¿Es un escribano? ¿Es un triguero? ¿Es una hembra de otro escribano? hay alguien que me lo pueda aclarar??? ¿Es otro bicho cualquiera ?
Estaba comiendo semillas, creo que tiene rasgos de escribano, pero…tampoco soy una experta…
En las colas sur del embalse Ullibarri-Gamboa, a unos 15 kilómetros de Vitoria, tanto en las épocas de migración (primavera y otoño) como en el verano en época de cría, se puede gozar del increíble espectáculo que ofrecen las aves en el parque ornitológico de Mendixur, como hicimos nosotros a principios de agosto.
Garzas, zampullines, ánades azulones y frisos, patos cuchara…todo tipo de aves anidan o recalan en este remanso de paz entre los que destaca uno de nuestros preferidos…
Como un diminuto monstruo del lago Ness, surge de las tranquilas aguas de la laguna de Mendixur el esbelto cuello de este juvenil de somormujo lavanco…
…un juvenil que aún siendo muy capaz de procurarse la comida, prefiere perseguir a su progenitora a lo largo de todo el embalse…
…haciéndonos reír con sus trucos y travesuras. Primero observa desde lejos cómo se le da la pesca a su maestra…
…la cual se aleja disimulando y engullendo presa tras presa sin prestarle demasiada atención a su vástago…
…después, cuando el jovenzuelo decide que el pescadito en el pico ajeno tiene buena pinta, inicia una frenética carrera entre grititos persiguiendo a su madre…
…mientras ella decide que es más educativo nadar en dirección contraria…
…y dejar a su vástago con las ganas.
Parece que la maniobra ha dado resultado: el pequeñuelo acaba de pescar un hermoso ejemplar que se ha tragado sin respirar.
Atardece en la laguna, las bandadas de aves se dirigen a su lugar de descanso…
Mediados de agosto, calorcito estival, las vacas hacen sonar sus cencerros en las cercanías…
Ring ring….ring ring….ring ring….- Ya está otra vez este pesado, me dice que me aleje porque las perras le espantan los pájaros y no puede vivir cinco minutos sin mí.- Ring ring…Descuelgo: susurros:
-No te muevas. No te acerques. No respires. Hay una abubilla preciosa, blanquísima, es lo más bonito que he visto nunca, ahí cerquita, junto a los columpios…
–ABUBILLA??? – (El eco ha retumbado entre la ladera de Arraiz, Artigas con sus alborotadoras gaviotas y parte del monte Cobetas. Creo que lo han oído hasta en la cervecera, donde un par de pollos han salido huyendo.)
-Sssssssssst! abubilla, sí, le estoy haciendo un publireportaje, cuando acabe te aviso.
-¿Donde?: Joé, me voy acercando dando un rodeo, que no la veo….es eso chiquitín que está entre la hierba? Algo amarillo, como gordito…
-Nop, la que yo veo está toda chula subida a las estacas que rodean el arbolillo nuevo…
(-Guau!!! Reguauuuu!!! Ssssssstttt , a callar vosotras dos, así, formales y en silencio…)
–Cómo disimulan mis niñas, así me gusta. Por donde íbamos…ah! Abubillas!!! Esa pequeñaja de ahí, entre la hierba?–
-En la hierba?… No, a ver, tras los columpios, subida en la valla, está muy tranquila, llevo un rato grabando y ni se inmuta…-
-Luce una cresta en tonos crema, blanco y negro…
…Tiene el pico largo y ganchudo, la espalda como una cebra y el pecho…
…blanco como rayado con gris…
–Ya la veooooooo, pues eso, en la hierba…¿No?
-Ahhhhhhhh! Ahora veo la de la hierba. Sí, son dos!
-Ahhhhhhhh! Ahora veo la de la valla! Es verdad, son dos!
Y justamente entonces, las dos coquetuelas abubillas emprendieron el vuelo dejándonos con la boca abierta y la sonrisa en el alma.
Cuando el silencio se echaba sobre los campos, en los pueblos de los abuelos, donde íbamos de veraneo a pasar la mejor época de nuestras vidas, siempre se podía escuchar al sabio de turno, sentado a la puerta de su casa, disfrutando de la fresca y mirando hacia los chopos junto al río:
Al anochecer se puede escuchar al cuco. Si a esa hora no has vuelto a casa, te pilla la noche y la noche está llena de lobos…
Y los niños temíamos el momento en el que el cuco comenzaba a cantar. Ya no valían los «por favor, mami, cinco minutos más», porque el sonido del cuco nos metía el miedo en el cuerpo, las farolas de escasa luz parecían titilar aún más y la cena reclamaba nuestra atención más inmediata.
Y en realidad el cuco canta cuando le da la gana. Ayer sin más a mediodía, cerca de mi huerta, entre tomateras y calabacines, mientras el petirrojo marcaba su terreno, sonó de fondo cu-cu…cu-cu…
O como el sonido del afilador que se colaba en la distancia cuando se acercaba la lluvia, también el canto del cuco se puede escuchar en la lejanía…
Son recuerdos de niñez, mezclados con el fulgor de las luciérnagas, esos bichillos de luz que cada día son más escasos…hace demasiado tiempo que no veo ninguna.
Esta pareja de cucos fué fotografiada en Arraiz, en una tarde de agosto del ya lejano año 2019, antes de que el mundo se pusiera patas arriba con un diminuto bichito coronado. Pero ya se le oye cercano…a no ser que el petirrojo de mi huerta esté criando a un polluelo de cuco!
El pequeño pantano de Zollo es conocido casi exclusivamente por los habitantes del lugar, ya que no tiene merenderos cerca ni aguas aptas para el baño. Es simplemente, un pequeño pantano en un bello enclave.
Las expectativas al acceder al lugar eran altas: siempre asociamos los sitios de agua con gran actividad pajaril…Y de eso nada. De nada. Los ríos traen mucha vida, sí, pero los pantanos…parece que no son del agrado de los plumíferos.
Fuimos en agosto de 2020, tras un confinamiento exhaustivo y condiciones de movilidad muy limitadas…Y nos dimos la gran sorpresa: en un lateral de la construcción piaban escandalosamente unos polluelos de avión roquero…
…reclamando a su madre para conseguir la ración de mosquitos correspondiente.
La escena se repetía como en una película antigua: la progenitora (aunque los dos adultos alimentan a los polluelos, en este caso sólo vimos a uno y decidimos que era hembra, ale, porque sí) traía todo tipo de insectos y los introducía en la boca…
…de cada volantón alternativamente…
…en un casi desesperado intento…
…de acallar tanto berrido, con escaso éxito.
Los aviones roqueros alimentan incesantemente a sus retoños, pero hay que reconocer que éstos ya estaban un poco creciditos…
…y aun así, no parecían estar dispuestos a conseguir comida por su cuenta.
Mandamos un cariñoso abrazo virtual a esta madrecita tan trabajadora.
La vida sigue: es posible que este año aquellos jovenzuelos dediquen el mismo esfuerzo a alimentar a su propia prole.
Tendremos que volver al pantano de Zollo el próximo agosto.